Únicamente la muerte impidió al papa Pío II, conocido en el siglo como Eneas Silvio Piccolomini (1405-1464), culminar su más ambicioso proyecto, la “Historia rerum ubique gestarum”, una especie de enciclopedia histórico-geográfica que recogiera lo que hasta entonces se sabía del mundo. Sólo pudo completar, y no en su totalidad, la parte dedicada al mítico, misterioso y rico continente asiático. En principio, esta obra bebe del pasado, de las fuentes clásicas, principalmente Estrabón y Tolomeo, que la labor traductora de los humanistas del siglo XV había puesto a su disposición, en un intento de ordenar siglos de distintas concepciones geográficas. Con todo, el inquieto espíritu de Piccolomini convierte su trabajo también en una crónica de última hora que narra los acontecimientos que se están produciendo en ese momento en Chipre. Este, por decirlo así, apéndice nos da la clave de la intención profunda que se oculta en su trabajo: dar a conocer a los príncipes de la Cristiandad la situación en que se hallaban los territorios objeto de su mayor anhelo, la cruzada contra el turco. En las décadas siguientes y a lo largo aún del siglo XVI, la “Descripción de Asia” gozó del interés de la intelectualidad occidental, hasta el punto de ser uno de los libros de cabecera del propio Cristóbal Colón.
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